El feminismo juega hoy a construir poder sobre una una retórica cínica. Por un lado define feminismo en los medios de comunicación como la lucha por la igualdad y contra la opresión de la mujer. Según esa definición el socialismo hubiera sido el primer movimiento feminista organizado y todos seríamos feministas. Sin embargo, define y jerarquiza lo que es feminista y lo que no bajo un identitarismo implícito: no es feminista lo que se orienta al fin de la opresión por razón de sexo, es feminista lo que construye la imagen de «la mujer» como sujeto histórico por encima de las clases sociales y las contracciones de intereses entre clases, según el modelo de la nación o el pueblo para los nacionalistas.
El feminismo actual practica la misma deshonestidad que los que tachan de racista cualquier cosa que salga del marco del nacionalismo negro. Pero ni estar en contra del racismo obliga a ser nacionalista negro, ni el feminismo es la única ni la primera forma de enfrentarse a la opresión de la mujer, de hecho, los marxistas, con Rosa Luxemburgo a la cabeza, pensamos que ni de lejos toca las raíces de esa opresión.

La atribución a Rosa Luxemburgo de falsas citas de contenido feminista y «de izquierdas», verdadera campaña de falsificación.

Cartel de convocatoria de la «huelga feminista» de UJCE y PCE. «Las mujeres» de todas las clases, no la clase trabajadora, en el centro del capitalismo.
Si bien hay que empezar por admitir que Rosa Luxemburg no fue nunca una feminista en el sentido moderno del término y constatar que siempre se negó a militar activamente en el seno de las organizaciones femeninas de la socialdemocracia alemana, sería erróneo concluir de ahí que el tema de la mujer -la mujer obrera y de la mujer militante- le fuera indiferente o lo subestimara. Es evidente que la lucha feminista actual no es deudora en absoluto de su obra, y puede afirmarse que existe a pesar de Rosa Luxemburg, siendo como fue una de las mujeres más lúcidas y más luchadoras de nuestra historia contemporánea. […]
El tratamiento luxemburguiano de la cuestión: la contradicción principal es la de Capital y Trabajo, no la de hombre y mujer, el trabajo doméstico es irrelevante para el orden capitalista y por lo tanto, no puede ser la base material que sustente una posible teoría «económica» de la explotación específica de la mujer; la existencia de intereses diametral y antagónicamente opuestos entre la mujer burguesa y la mujer obrera; su misma concepción de la revolución como un proceso todavía «omniabarcador», esto es capaz de acabar con todas las opresiones existentes (de clase, nacionales y sexuales); la capacidad revolucionaria de la mujer solo en cuanto mujer proletaria, es decir, como productora de plusvalía en el marco de la producción social capitalista, etc.

Manifestación del día de la mujer proletaria el 8 de marzo de 1917 en Petrogrado que dio comienzo a la Revolución rusa.